Bari.

 CIUDADES DE PIEDRA. BARI

MARTES,  13 de mayo

Itinerario: Martinata-Bari

Pernocta: Bari. Camper life. 20 euros 41.1028, 16.9253

Mañana también espléndida con una temperatura exterior a las 8,30 de 19 grados. Desayunamos y ponemos rumbo a Bari. Dormiremos allí porque al ser una ciudad tan grande y con puerto del que parten ferris no nos sentimos tranquilos dejando la autocaravana en cualquier sitio así que visitaremos la ciudad y dormiremos en un área, que es donde estamos ahora, que es también un aparcamiento de autocaravanas, taller diverso,  etc., pero hemos tenido suerte y estamos debajo de un hermoso olivo centenario, el único, y es lo que veo cuando miro por la ventana, así que…me niego la imagen del resto, el estar rodeada de autocaravanas y caravanas por todos los lados.

Ahora, a las  19 horas somos unas cuatro o cinco. Es un sitio seguro, bien comunicado con el centro por autobús y tranquilo, donde además por los 20 euros nos proporcionan luz y una ducha caliente, pues no está nada mal.

Vuelvo al principio del día, que no tiene desperdicio.

Decidí en vez de ir por la autovía, circular por una carretera paralela al mar. Mala decisión porque no aportaba nada así que después de pasar por lo que parecían unas marismas donde pudimos disfrutar de las aves que la poblaban (cigüeñuelas y flamencos) decidimos regresar a ella.

Circulando por una carretera recta en medio de campos despoblados vamos pasando por “apartaderos” de coches que en realidad son vertederos de basura, tal cual y literal. Allí depositan bolsas de distintos tamaños dejándolas abandonadas así que el acúmulo es considerable.

En uno de estos apartaderos vemos un turismo con el portón trasero levantado y no vemos a nadie. Vamos despacio porque la velocidad está limitada y es que a pesar de ser una línea recta el estado de conservación suele ser tan deficiente que limitan la velocidad, incluso a 50 km/hora.

 Al sobrepasar el coche oímos un golpe sordo y fuerte. Angel se asusta y lo primero que dice es que nos ha lanzado una piedra, al igual que nos pasó en la Toscana cuando nos dirigíamos a Pisa hace dos años. Yo le digo que no tiene mucho sentido, que se debe de haber caído algo dentro, pero al rato miro por el retrovisor y veo que se acerca un vehículo blanco, en concreto un audi. Se pone a nuestra altura y empieza a gesticular de forma agresiva. El conductor va impecablemente vestido. Por supuesto que continúo y no paro, pero insiste, así que le digo a Angel que le haga un video o simule que le grava. Y efectivamente, cuando se pone paralelo con nosotros gesticulando de nuevo y ve el teléfono, se queda atrás y se va perdiendo hasta desaparecer. ¡La madre que los pario a todos juntos!. ¡Vaya puñetero país!.

Nosotros seguimos adelante. Lo que haya pasado no tiene solución así que buscaremos un sitio seguro para revisarlo todo con tranquilidad, sitio que no encontramos hasta que llevamos unos cuantos kilómetros en la autovía. Allí hacemos comprobaciones y afortunadamente no hay nada. Yo ya pensaba de todo, que si en el lateral derecho que veía por el retrovisor no veía nada significativo lo mismo lo teníamos en la parte trasera, pero no. La vez anterior quedó como una pequeña abolladura del tamaño de la punta de un bolígrafo, así que nada destacable. Y ahora, menos. Suerte, por segunda vez, y hemos hecho pleno, porque de las dos veces que hemos estado en tres años, las dos lo han intentado. Esto nos enseña a desconfiar de todo y cuando vemos un vehículo parado,  si puedo, me aparto de él. Añadir que a nuestro regreso envié un email a la Embajada española en Roma contando lo sucedido y sorprendentemente, añadieron una reseña en el apartado de “seguridad”  en la página web de la Embajada destinada a los viajeros.

Me distraigo porque tenemos una “pava” italiana junto a nuestra autocaravana, habitada por una pareja que parece que los tengo aquí dentro, del volumen que tienen hablando. En fin, cada vez me molestan más los ruidos. Retomo el relato.

En el aparcamiento donde paramos para la revisión nos dice un empleado que limpia las papeleras (recalco que es una autovía de pago por lo que aquí sí que hay papeleras y servicio de limpieza, y también…limpian las cunetas) que vayamos a ver Tani que es la perla del Adriático.

Como tenemos tiempo, nos acercamos, pero somos incapaces de encontrar un sitio para aparcar y circulamos por calles céntricas sorteando turismos aparcados en doble fila y midiendo y plegando el retrovisor cuando nos cruzábamos con algún camión pequeño y… mucha gente. Así que, será muy bonita, pero no nos resultó nada acogedora por lo que la dejamos para dirigirnos a Bari.

Al área donde estamos en Bari, se llega desde la autovía con mucha facilidad. A la entrada nos recibe el dueño, muy amable que nos explica todo. Después de instalarnos vamos a la gasolinera de enfrente para comprar los billetes de autobús (1 euro viaje por persona). Es el número 12/. La “/” no es un error, ya que el 12 sin “/” tiene otro itinerario.

En poco tiempo llega y nos deposita en unos 30’ en la estación central aunque nosotros haciendo caso omiso al dueño del área y fiándonos del smartphone nos bajamos una parada anterior lo que también ocasionó confusión a la hora de regresar.

Desde este punto solo hay que ascender por las calles rectas que forman el entramado del barrio de Murat hasta el casco viejo o Bari Vecchia, situado en una pequeña península al final del paseo marítimo.

Primero llegamos a la plaza  Ferrarese, grande, espaciosa, blanca y luminosa. Fue renovada hace varios años pero conserva en la zona central una parte del pavimento más antiguo. Varios restaurantes  tienen sus terrazas aquí y está rodeada de algunos bellos edificios como la fachada del antiguo mercado de pescado,  de algún  palacio y el ábside de una iglesia desacralizada.

Caminamos ahora por alguna callecilla para salir hacia el mar, de un intenso color azul, pero nos atrae la música que sale de debajo de un arco de piedra de acceso a la parte vieja de la ciudad. Un artista local interpreta un tema de los años  70, “noches de blanco satén” de los Moody Blues. Suena francamente bien y posiblemente la acústica del lugar lo mejore.



Después nos encontramos  sumergidos en un laberinto de  estrechas calles de piedra donde los dorados muros se miran unos a otros a corta distancia, donde los tendederos con ropa se extienden hasta casi hasta tocar la fachada contraria y como debe de haber llovido mucho, estos tendederos están cubiertos con enormes plásticos. Muy muy italiano y muy parecido a Nápoles, al barrio español, incluso vemos una cesta de mimbre en un piso superior utilizada para subir alimentos desde la calle. 

Y nos asombra la belleza de alguno de los arcos de piedra que dan acceso a callejones como el arco Meravigia o arco de las maravillas que encierra una leyenda sobre una romántica historia de amor similar a los famosos Romeo y Julieta de Verona. Como una familia impedía el amor entre dos jóvenes, el novio construyó en una noche este puente para conectar ambas casas.

Es una ciudad que nos ha sorprendido por su belleza y tipismo y porque no decirlo, por su tranquilidad. Calles empedradas, edificios de piedra formando calles y callejones algunos de singular belleza y con muy poco turismo y menos de grupos grandes.

Son las 14 horas y tengo hambre así que buscamos algún restaurante sencillo donde comer. Lo encontramos sin problema en la misma calle. Allí pedimos una ensalada y una pizza alargada que aquí llaman “pinsa”. La elegimos de queso y salmón que sirven sobre una tabla de madera. Muy buena. Sería la mejor que comeríamos en nuestro viaje. Y es que las pizzas en Italia me saben mucho mejor que en España.

Después de comer seguimos sumergidos por estos callejones que pese a ser tan estrechos, son luminosos y están muy limpios.

Vemos a una señora tendiendo la ropa, sábanas, nada más y nada menos, que se alargan a lo largo de la fachada dejando caer sus gotas sobre el empedrado suelo. Y nos dirigimos a la basílica de San Nicolás de Bari,  santo muy famoso cuando yo era niña.

Ejemplo de arquitectura románica, se encuentra en una gran plaza, rodeada de edificios de piedra blanca al igual que ella,  lo que resalta la belleza de todo el conjunto dotándola de una elegancia especial.

Su interior es amplio, y los techos son de una gran belleza.  Descendemos a la cripta donde está enterrado San Nicolás. En una esquina dos sacerdotes “disfrazados” de curas rezan devotamente junto a una señora con velo negro en la cabeza. Parece que contemplo una escena de mediados del siglo pasado.


Dejamos la basílica para ir a la catedral pero antes…no me puedo resistir a tomarme un helado. De chocolate y tiramisú. Impresionante.  Lo comparto con Angel para sentirme menos culpable. Pero ¿Cómo no me voy a tomar un helado en Italia? Aunque quizás,  es demasiado pronto, me quedan muchos días por aquí y con esta política voy a regresar rodando…

La catedral es también un soberbio edificio de piedra blanca. La entrada cuesta 7 euros y buscamos información en el smarthpone y decidimos que no nos va a aportar mucho más ya que es muy similar a San Nicolás así que renunciamos a ella. Seguramente los amantes de arte y de la arquitectura pensarán que cometimos un error. Posiblemente, pero hay veces que el cansancio o la sensación de saturación hace que tomemos este tipo de decisiones. Preferimos pasear por las calles, dejarnos perder en ellas que seguir visitando lugares de culto porque, aunque parezca una barbaridad, llega un momento en que todas…me parecen iguales.

Y vamos al último lugar anotado para visitar, al Lungomare, junto al teatro Margarita. Allí nos asomamos a una amplia avenida que se abre al mar, elegante, limpia, casi…no parece Italia y desde allí decidimos regresar al autobús. Nos guía el teléfono pero es el camino que hacemos es el mismo que hemos hecho de ida por lo que nos resulta fácil aparte de caminar por una línea recta.

Pero el smarthpone y la información que figura en la parada nos dice que estamos en la penúltima parada de ida y por tanto,  deberíamos ir a la primera para nuestro. Dudamos, pero al final decidimos seguir al smarthpone y efectivamente, damos con la que es la estación central donde se concentran muchas líneas de autobuses.

Esperamos pacientemente el nuestro que llega  con más de 20 minutos de retraso y lo tomamos y menos mal que se nos ocurrió preguntar porque no nos dimos cuenta de que el autobús es el 12 “con barra” (“12/”) si no, habíamos tomado el otro 12, que además, llegó antes. Ni que decir tiene que en las paradas no figura el tiempo de espera, ni si hay demoras. Uno se queda allí hasta que llega el primero, como en mi juventud…hace 30 o 40 años.

En media hora estábamos de regreso en nuestra casa, nos damos una estupenda ducha y ahora descansamos tranquilamente esperando la noche.

Llevamos como medio día de  adelanto sobre lo previsto. Según se nos de mañana, que puede ser un día denso, cumpliremos pronósticos  o seguiremos con un poco de adelanto. El tiempo sigue siendo estupendo no superando los 24 grados. Esto en verano tiene que ser una sartén y si sumamos a la gente….no quiero ni pensarlo ¡qué suerte disponer de este mes para viajar por estos lugares!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario