Gallipolis. Galatina

 EL PUNTO DE INFLEXIÓN

19 de mayo, lunes

Itinerario:  Otranto-Santa María de Leuce-Gallipolis

Pernocta: Agricampeggio & Glamping Torre Sabea. Gallipoli (40.0727, 18.0073). 19 euros con ASCI

Rumbo Sur por última vez. Hoy alcanzaremos nuestro punto de inflexión.

Como siempre, nos despertamos pronto, remoloneamos en la cama y nos levantamos. Hacia las 9 estamos partiendo para Gallipoli, aunque antes, nuestra primera parada esta en Santa Maria de Leuce, donde confluyen el mar Adriático y el Jónico.

La carretera nos conduce atravesando pueblos y ciudades y aunque digamos que el tamaño es relativamente bueno, los italianos aparcan donde quieren, incluso frente a las señales de prohibición de aparcar y eso nos hace pasar a veces muy justitos. Además seguimos con las limitaciones a 50km/h que casi cumplimos. Creo que son conscientes del estado pésimo de sus carreteras y aunque no pasen por lugares habitados y sean rectas, esta limitación persiste en muchas.

No tardamos mucho en llegar a un aparcamiento donde podemos disfrutar de la maravillosa vista de los dos mares abrazándose de un azul intenso que continúa sorprendiéndome.

Seguimos por la carretera de la costa hasta que nos internamos por una estatal que nos lleva directamente a Gallipoli. Vamos a un camping que por ser de la ASCI nos cobran 19 euros todos incluido más la tasa turística que varía de un sitio a otro.

Aquí llegamos a las 12,30, nos registramos y vemos los horarios de la lanzadera que nos lleva a la ciudad. Hay una a las 13, pero yo creo que no llegamos y otra a las 15,30. Así que decidimos comer pronto y apuntarnos para esta hora, aunque tiene el regreso a las 17 horas, un poco justos, pero es después de apuntarnos y abonarlo (3 euros por cabeza “andato e retorno”) cuando pensamos que podríamos habernos ido mañana a las 9 y regresar a las 12, pero ya estaba hecho.

Comemos casi en horario europeo, descansamos y a las 15,30 nos recoge una furgoneta del camping solo a nosotros que nos deja a unos 300 m del puente  de Juan Pablo II, tras el cual comienza el casco histórico de esta ciudad.

Atrás dejamos el imponente Castelo de Gallipoli , también conocido como Castelo Aragonés. Todas las fortificaciones existentes  hoy datan de los tiempos en los que la ciudad estuvo bajo el amparo español (primero Aragón y luego España) y nos internamos una vez más por sus laberínticas calles hasta llegar a la barroca catedral que visitamos.    

Alrededor contemplamos palacios y casonas  y continuamos sumergidos por estrechas callejuelas llenas de negocios de souvenir, artesanía y restauración hasta encontrar en una calle lateral el acceso a una almazara antigua bajo tierra a la que entramos.

Es una cueva que guarda la piedra de moler  así como los pilones para almacenar la aceituna hasta que se prensara. Pero el aceite era utilizado en gran parte para la iluminación siendo el negocio principal de la ciudad.  Gallipoli exportó a otras ciudades europeas y fue la más importante de Europa en este negocio. Estos molinos estaban excavados en la roca ya que aquí se ofrecían las condiciones idóneas de temperatura y humedad para las fases de extracción.  Tuvieron una gran importante hasta la segunda mitad del siglo XIX y ya es en el los primeros años del siglo pasado cuando desaparecen sustituidos por otras fuentes de energía más económica.

De regreso a lo que parece la arteria principal y caminando por ella, encontramos otra cueva almazara pero nos dicen que es similar a la que hemos visitado, por lo que continuamos hasta el otro extremo donde alcanzamos el mar.

Y a nuestros pies se abre una pequeña playa de aguas cristalinas donde la gente toma un baño y el sol. Y no parece que este fría porque hay bastante gente.

Localizamos la iglesia de la Purificación que tiene una visita,  pero está cerrada hasta, nos dicen, las 16,30. Decidimos esperar 10 minutos.

Pero a la hora citada sus puertas permanecen cerradas y vuelvo a preguntar. Nos dicen que a veces abren a las 17.  Así que decidimos abandonar la espera y regresar. Una vez más recuperamos el placer de dejarnos perder por estas callejas blancas, limpias, sencillas,  llenas de encanto y rincones realmente hermosos, muy parecidas a las de otras ciudades que hemos visitado por la región pero con su encanto particular.  Y sumergidos en ellas, llegamos a la catedral.

Nos quedan quince o veinte minutos para las 17 horas así que con tranquilidad  nos vamos aproximando a nuestro  punto de recogida.

Puntualmente aparecen y ahora ya hemos disfrutado de una estupenda ducha en una instalación que necesitaría  alguna renovación, pero el camping en sí, está bien, es tranquilo y rodeado de bastante vegetación.

Mañana seguiremos hacia el Norte, seguramente será día de playa, de ver, pasear, etc. Quizás. Un poco soso, como el de hoy

GALATINA. TODA UNA SORPRESA

20 de mayo, martes

Itinerario:  Gallipolis-Galatina-Torre Colimena.

Pernocta: Torre Colimena. Area Sosta Camper La Salina. (40.3013, 17.7263). 17 euros

Son las 20  horas. Estamos a 100 m escasos del mar, de una bonita playa de arena con bandera azul y  un parque natural  formado por una laguna salada a escasos metros de la playa. Hoy, Angel no ha pagado tasas, solo yo. Sigo sin comprender el criterio que utilizan para su cobro. A veces, como esta, parece aleatorio.

Tras instalarnos nos hemos acercado a la playa, pequeña, hermosa, tranquila pero la temperatura no invitaba a un baño.  Y por la tarde, venciendo nuestra pereza vespertina,  hemos ido a dar una vuelta por una senda que bordea la laguna y al fondo hemos visto un grupo de flamencos.

Nos hemos ido acercando a ellos caminando por una senda ecológica. Pero de las primeras aves de las que hemos disfrutado han sido de unas  cigüeñuelas, a escasos cinco metros de nosotros que se afanaban en buscar su cena. El reflejo con el agua era como un espejo. Ajena a nuestra presencia, ha seguido alimentándose y me ha permitido sacar unas bonitas fotografías.

Hemos continuado hacia los flamencos a los que hemos llegado en muy poco tiempo. Desde lejos, la distancia parecía mayor. Descubrimos un grupo de unos 50 ejemplares a unos 200 metros de nosotros.

Hasta ahora no habíamos tenido la ocasión de verlos tan cerca. Y disfrutamos de sus colores, ese rosado salmón con el blanco predominante, de  la elegancia de sus siluetas, de sus movimientos. A veces, abren las alas y las baten levemente descubriéndonos unos tonos rosados más intensos que contrastan con el negro y el blanco y otros tonos más suaves de su plumaje. Es toda una belleza. Ellos se mueven lentamente de un sitio a otro sobre unas aguas muy someras, introduciendo sus cabezas en el agua en busca de alimento y girándolas de un lado a otro.

Allí permanecemos un buen rato embobados y disfrutando de este espectáculo gratuito. De nuevo lo mejor sigue siendo gratis y lo ofrece la naturaleza.

Y Angel expresa un deseo: que levanten el vuelo, pero no parecen tener intención de hacerlo.

Pero de pronto, parece que su deseo se hace realidad y  dos de ellas comienzan a desplegar sus alas a las que se van sumando todo el grupo. ¡Qué lujo!, ¡qué broche de oro al día!. Disfrutamos como niños de algo único que no habíamos visto hasta ahora. Siempre, siempre, hay hueco para una hermosa sorpresa.


El grupo surca el cielo en dirección al mar y allí se dividen. Uno se pierde en el horizonte y otro regresa de nuevo a la laguna y nos añaden otro espectáculo más: su aterrizaje, extendiendo las alas y haciéndonos disfrutar con el despliegue de  su colorido. ¡Qué maravilla!. Todo un regalo.

Pero vuelvo al comienzo del día.

La mañana ha amanecido algo nublada  y nos hemos levantado muy pronto, a las 7,30 para acercarnos a la playa pero no era tal sino un pequeño acantilado sin ningún encanto, y luego a un supermercado a unos 100 metros donde nos hemos aprovisionado. Siempre miro con envidia la apertura temprana de los supermercados en otros países de Europa. Me parece muy tarde en España. Creo que no sabemos optimizar nuestro tiempo, sobre todo en verano.

Hemos partido rumbo a Galatina. No estaba previsto, solo señalado, pero  íbamos a llegar muy pronto a nuestro destino y estábamos a tan solo media hora de esta localidad que dicen que es bella, también destacando su barroco aunque algo más ligero que el de Lecce. Pero sobre todo tiene una catedral de la que veo algunas fotografías. La definen como la “Capilla Sixtina del Sur”, así que nos dirigimos a ella.

No tardamos mucho llegar a la ciudad y aparcamos en un gran estacionamiento muy solitario y vacío, pero había un pequeño kiosco y junto a él la hemos dejado, para que nos la “vigilaran”.

Galatina fue fundada alrededor del siglo XII, está rodeada por murallas, y tiene puertas de entrada. Después de unos diez minutos caminando hemos llegado  catedral dedicada a Santa Caterina d’Alessandria que nos pillaba de camino hacia la Pasticceria Andrea Ascalone  en Via Vittorio Emanuele 17, que hace cien años creo los “pasticcioto”, un dulce típico de la región, una especie de madalena crujiente por fuera y rellena de crema. Y hemos encontrado  cola.

La pastelería parece congelada en el tiempo. Cuidada y  elegante y la caja registradora atrae mi atención: es de principios del siglo pasado y se encuentra en funcionamiento. Compramos cuatro pasticciotos y otros dos dulces exquisitos. Dilataríamos su degustación durante varios días, troceándolos.

Y continuamos hacia la catedral introduciéndonos en calles llenas de hermosos palacios  pero muy decadentes, descuidados. Con una mano de pintura  y yeso sería tan hermoso como Lecce. Aun así, algo destartalada, esta ciudad resulta hermosa.

Llegamos a la catedral y el exterior no dice nada de lo que vamos a encontrar en su interior.  Una auténtica sorpresa. Es una joya arquitectónica que mezcla elementos góticos y bizantinos, y es considerada una de las iglesias más bellas de Apulia y de Italia.

Su interior es una maravilla que nos deja perplejos.   Todas las paredes, techos, columnas, están  adornadas con frescos del siglo XV de varios autores de la escuela de Giotto, creando una atmósfera sobrecogedora y rica en detalles y en  un estupendo estado de conservación. Nos deleitamos en su contemplación.

Es  de una  gran belleza que nos fascina, una sorpresa maravillosa. Y tan solo una señora que figura como voluntaria recoge una donación. A mi juicio la iluminación, al menos en el momento de la visita, no era quizás la más adecuada ya que me costó tomar fotografías sin reflejos. Posiblemente con otra, destacaría aún más, si es posible, la belleza de estos frescos que cubren cada rincón de su interior sumergiéndonos en una extraña atmósfera que nos separa de la realidad y nos retrocede en el tiempo hacia los frescos que admiramos.

Casi no nos cansábamos de contemplarla pero  pese a resistirnos, salimos de ella retornando a la realidad.

La dejamos atrás y nos volvemos a sumergir en sus calles empedradas, entre sus palacios decadentes. Hay muchos y algunos son muy hermosos.

También atravieso algún portalón colándome en el interior para contemplar “las cortes”, casas que tienen un patio en común donde se desarrollaba la vida social y puedo contemplar alguna  pileta o pilas destinadas  para lavar que al parecer eran comunitarias.

Esta ciudad me ha sorprendido gratamente. Únicamente por visitar la catedral la visita merece la pena pero tiene además el valor añadido de los palacios que llenan sus calles cargadas de sabor barroco  un poco menos recargado que el de Lecce. Parada, por tanto y bajo mi punto de vista, indispensable.

Recogemos la autocaravana y nos adentramos de nuevo en las carreteras, malas, llenas de agujeros, de blandones, las cunetas sin limpiar y cuando nos cruzamos con un camión tiemblo porque el tamaño es justo. Angel dice que no pagan impuestos, que defraudan lo que pueden y posiblemente la escasa conservación de sus carreteras sea consecuencia de esto.   

Hemos visto señales de radares, que han resultado no existir y de los que solo quedaba la columna con los cables colgando. Y lo mismo con algunos semáforos. En fin. Que no me vuelvo a quejar del estado de las carreteras en nuestro país. Y esto resulta más sorprende aún porque Italia es la cuarta economía más grande de la UE, con un sector industrial importante, y España está por detrás.

También seguimos viendo los estragos que la xilella fastidiosa ha hecho por aquí. Lo hemos empezado a ver cerca de Lecce. Enormes, gigantescos olivos centenarios de los que solo quedaba el esqueleto. No he visto nada similar en España. Parece que ha matado el árbol, pero no sus raíces porque muchos parecen retoñar. Pero de cualquier forma el espectáculo resulta estremecedor y desolador.  Y lo seguimos viendo también por aquí.

Sin mayores problemas que el estado de las carreteras y su forma anárquica de conducción, llegamos a donde estamos ahora, una pequeña área sin glamour, pero tranquila ya que está al final de una carretera donde empieza el parque natural.

Mañana atacaremos Matera. Ahora la oscuridad nos va rodeando. Quedan tan solo cinco minutos para las ocho y media.

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