Para este verano, había preparado inicialmente un recorrido por los lagos del Norte de Italia porque nunca habíamos podido disfrutarlos con poca gente y con tranquilidad. Hace años intentamos una aproximación pero ni siquiera pudimos aparcar de la cantidad de gente que había. Ibamos a intentarlo ahora en Mayo. Pero Angel hizo un comentario sobre una región de Italia, La Apulia o Pluglia para los españoles, que abarca el sureste de la península italiana, desde el “espolón” de la bota hasta “tacón”. Y comencé a curiosear, a leer, y me gustó, pero lo que más me sedujo es que parecía una región con poco turismo extranjero, y supongo que ahora, en mayo, habría menos turismo exterior y poco local, así que cambié de planes y me puse a trabajar sobre ello
Compramos a primeros de abril el billete en Grimaldi. 400 euros ida y
vuelta. Era casi lo que nos iba a costar entre gasoil y autopistas y encima
llegábamos descansados y sin la tensión que se acumula conduciendo por las
autopistas italianas junto a enormes camiones que conducen a una velocidad
diabólica. Sabemos ya por experiencia que Grimaldi …es, como es, un poco básica
en muchos aspectos, pero no nos importaba. En un camarote exterior, que son
cómodos, podríamos pasar la mayor parte de
las 22 o 23 horas de navegación.
Era también el primer gran viaje sin nuestra compañera Tula. Iba a ser
un viaje más cómodo al no tener que adaptarnos a sus necesidades y más en sus
últimos años, pero también, más triste, más solitario.
Pero ella, siempre estará con nosotros y siempre vendrá con nosotros.
LA PARTIDA. Montserrat.
Jueves y viernes 8 y 9 de mayo.
Itinerario: Boadilla del
monte-Sidamón-Montserrat-Barcelona
Pernocta: Area de autocaravanas de Sidamon. Gratuita.(41.6280, 0.8367)
Con todo a punto partimos el jueves día 8 de mayo hacia Barcelona.
Llegamos sobre las 18 horas a Sidamón
(41.6280, 0.8367) que tiene una área
estupenda y donde descansamos hasta la mañana del día siguiente en que pusimos
rumbo a Montserrat ya que la amenaza
de terribles lluvias parecía no cumplirse.
Y según nos acercábamos lo máximo que veíamos eran nubes, algunas
bajas, pero sin amenazar lluvia. Hasta la noche no embarcábamos y era una forma
de rellenar el día.
Si en un principio pensé en llegar en la autocaravana lo más cerca
posible del Monasterio y pagar los 20 euros por aparcar el tiempo necesario
para visitarlo, después cambié de idea ya que vi que había un teleférico que
por precio similar nos ascendía. Así que nos dirigimos hacia allí.
Estacionamos a unos 100 metros de la salida de las cabinas y abonamos unos
22 euros ida y vuelta por los dos, por ser mayores de 65 años (confieso que yo
me colé, me faltaban solo nueve meses para cumplirlos).
Al fondo de esta basílica, la imagen de “La Moreneta”, llamada así por su color oscuro. Se trata de una talla
románica de madera datada a finales del siglo XII. Su color es el resultado de
la transformación del barniz con el paso el tiempo. Pequeñita e imposible de
fotografiar porque no dejaban de subir personas a verla de frente y de cerca
pasando por delante, así que siempre había alguien junto a ella.
Y mientras subía, recordaba, deslavazadamente los días que junto con
mis padres y hermana, estuvimos en Barcelona invitados por mi tía Mari y mi tío
Sisco, una pareja atípica y algo “turbulenta” para aquella época. Creo que mis padres vinieron ellos solos a
visitar este lugar dejándonos al cuidado
de mis tíos. Pero creo que en el relato que hice de Barcelona cuando la
visitamos años atrás, tengo alguno de
los recuerdos. En resumen, en aquel entonces, posiblemente finales de los años
60, me pareció una ciudad única y muy distinta de Madrid. Era luminosa y
moderna y tenía cosas que yo jamás había visto en la “capital del reino”.
Sumergida en estos recuerdos, acudimos a la cabina para descender.
Y mientras mantuve una animada charla con el joven que nos tenía que
bajar y le pregunté por la anécdota que nos ocurrió ayer en la que una joven en una gasolinera de Lérida se
dirigió a Angel en perfecto catalán y cuando él, muy amablemente le dijo que
entendía algo, pero no todo, esta joven volvió
a repetir lo dicho … en catalán. Pensamos que no sabría castellano, lo que nos
pareció un atraso. Pero este joven nos dijo que todos hablan castellano, que
estudian en las dos lenguas así que posiblemente daríamos con una
“fundamentalista” y que me disculpen los que no piensen como yo. Para mi es una
forma de cortesía que si yo no hablo un idioma y la otra persona conoce el mío,
se dirija a mi en el que yo conozco demostrando así, no solo que es educada,
sino que es más culta que yo, que no hablo su lengua. Pero habrá de todo y el
joven se extrañó de este comportamiento y añado que después de muchos años,
incluso veraneando en Gerona, es la
primera vez que nos ocurre.
De nuevo en nuestra autocaravana pusimos rumbo a un aparcamiento que
nos había recomendado alguien en Sant Joan
de Espit, pero al llegar allí una señal de solo turismos nos hace regresar
sobre nuestros pasos. Tenía algunos más seleccionados en función de su proximidad a algún centro comercial donde
pudiéramos adquirir hielos para la travesía ya que el frigorífico ha de ser
apagado durante la navegación, algo que muchos desconocen, otros dicen
desconocer, y otros, los más irresponsables, lo saben pero hacen caso omiso.
El primer aparcamiento que tenía anotado era uno cerca de un centro
hospitalario donde había un Mercadona y
además un aparcamiento de tierra. Cuando circulamos aparece en el cuadro de
mandos la señal del add blue pero en la gasolinera que encontramos no había por lo que después de llenar el
depósito de gas oil tuvimos que buscar otra con add blue. Parecía una mañana algo complicada.
Ahora ya rumbo al aparcamiento elegido. Pero cuando llegamos o
conseguimos llegar, porque hablamos de un viernes alrededor de las 13 horas y
había mucho tráfico, las recientes lluvias lo habían convertido en una laguna,
así que retrocedimos y pusimos rumbo al
aparcamiento de la estación del tren en Sant Boi de Llobregat (41.3489,
2.0435). Sitio feo y ruidoso (carretera a un lado y trenes por otro) por lo
que desechamos la idea de pernoctar aquí
de regreso de nuestro viaje cuando desembarcáramos. Al menos comeríamos pero
nos quedaba encontrar un sitio donde comprar hielo y a través del google map lo
encontramos cerca, al parecer al otro lado de la vía del tren.
Y justo frente a la estación encontramos un pequeño “alcampo”. Allí
localizamos el hielo, trozos grandes, pero podría valernos. Curioso encuentro
con una señora muy bien vestida y aseada que nos enseña un par de yogures de
cristal de esos que debajo tienen frutas y que nos pregunta si le podemos
comprar eso que solo son 2,4 euros. “¡¿Cómo?!”. Pensé que me los vendía, pero
no, era que se los pagáramos nosotros. Nos quedamos algo perplejos y ambos la
dijimos que no. Si me hubiera enseñado una barra de pan y un chorizo, jamón de
york o unos yogures normales, los
hubiera pagado sin problema. Pero caprichos, no pago. Solo a los míos.
Compramos cuatro bolsas de 2 kg que distribuimos estratégicamente: una
en el congelador, otra en una pequeña bolsa nevera con cosas del congelador que
tuvimos que extraer para hacer sitio a los hielos, la otra
en el frigorífico y la última en una bolsa nevera que nos llevaríamos al
camarote.
Y pronto llegaron las 18 horas y como el navegador informaba de atascos,
decidimos ir al puerto. Al llegar ya había autocaravanas haciendo cola, así que
entramos, nos colocamos en la fila e hicimos el correspondiente check in.
Me distraigo preguntando a los italianos que la hacen igual que
nosotros sobre algún lugar para pernoctar en Civitavecchia, pero ninguno sabe
así que aunque tenía varias elegidas, todas de camino al Sur en la playa, pensé que siendo sábado por la noche podríamos
tener problemas y que podría ser un error ir buscándola a ciegas y que
posiblemente lo más acertado sería regresar a donde dos años atrás estuvimos
“haciendo tiempo” para embarcar de regreso de La Toscana, en Aurelia, a 6 km,
en una tranquila explanada junto a una iglesia. Esta opción parecía la apuesta segura
(42.1369, 11.7875).
El embarque comenzó sobre las 21,30 con camiones y a las 22 estábamos
ya dentro. Nos colocaron de cara a un
camión. Estoy al revés, pero me dicen que no me preocupe para salir.
En recepción me dicen que espere a que parta la nave lo que rechazo
aludiendo que me ha costado mucho llegar y que me va a costar regresar así que no estoy como para repetir la
operación de nuevo. Por mi cara deben
deducir que es mejor resolvérmelo que tenerme allí así que me encuentran un camarote exterior y me dicen
que me he equivocado, que elegí “exterior con vista obstruida” o parcial que es
lo que me han dado, pero al haber uno exterior libre, me lo han asignado y
pueden cambiarnos. Una suerte. Nos aconsejan que al regresar pidamos si podemos
cambiarlo porque en mi cabeza tengo que vuelvo igual que voy, en las mismas
condiciones.
Finalmente, no sin dificultad, consigo regresar a la cabina para
cambiarnos a la nueva. Y esta…es otra cosa. Amplias vistas al mar. Para mi es
importante ya que quitando las 8 horas
de la noche, de las 13 o 14 restantes
nos pasamos 12 dentro ya que al margen de distintos lugares para restauración o
tomar algo, el barco no tiene nada más.


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